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DICIEMBRE

Llegó diciembre dejando sus lluvias apresuradas, los campos sucios de barro y las primeras nevadas. Llegó diciembre y nos trajo su dulce melancolía de días cortos y opacos y soledades vacías. Llegó diciembre y los cielos se cubrieron de tristeza, y el árbol le dejó al viento su tributo de hojas muertas. Llegó diciembre y el páramo mostró su cara más yerma y el mustio canto del cárabo sonó en sus noches desiertas. Llegó puntual diciembre para despedir el año con sus cuotas permanentes de ilusión y desengaño. Alberto Chicharro Vilches

EL ESPÍRITU DEL TANGO

Fue después de muchos años cuando volví a Buenos Aires, cierto atardecer pintado de paisajes otoñales. Bajo un cielo gris de mármol recorrí sus viejas calles buscando, de lado a lado, sus símbolos ancestrales. El espíritu del tango, de raíz indescifrable, hallé en un antro alejado de mundanas vanidades. Sobre un vetusto escenario lloraba el bandoneón notas de arrabal amargo con lágrimas de emoción. Dos entusiastas parejas de edades indefinidas canturreaban la letra siguiendo la melodía. Permanecí largas horas atrapado por su encanto, agazapado en las sombras de aquel mágico teatro. En ese lugar de fábula fantástico y especial el tiempo se congelaba en un ambiente irreal. Reinaba la madrugada cuando abandoné el local y una duda me asaltaba: ¿Sucedió todo en verdad? Alberto Chicharro Vilches

EMBRUJO ANDALUSÍ

Aquella noche sentí en la noche malagueña  el embrujo andalusí  de la luna y las estrellas.  Media luna iluminaba las cúpulas principescas de la morisca alcazaba  en un cielo violeta. Un gato rubio yacía  sobre cojines de seda bajo ricas celosías de filigrana arabesca. Y, de repente, la vi con su figura perfecta, un traje rojo carmín  y esa mirada coqueta. Y me dije para mí sin que nadie más me oyera: - "No he de marcharme de aquí    sin estar cerca de ella    y, en persona, descubrir    la magia de su belleza" - Alberto Chicharro Vilches

LOS VACÍOS DE LA AUSENCIA

Cuando muere el amor se queda el odio a llenar los vacíos de la ausencia y al cesar los rencores transitorios, la nostalgia se instala en la existencia. Cuando el amor se va, los muebles viejos guardan algo del aura del pasado y en el mercurio ajado del espejo reflejan sentimientos encontrados. Al igual que regresa el hijo pródigo  transcurrido un periodo de carencia, el amor se somete al protocolo  de un periplo agridulce de ida y vuelta.  Alberto Chicharro Vilches

DE REPENTE..., DULCINEA

Se presentó en su vida, de repente, como una nube negra de tormenta  y convirtió su mundo decadente  en un amanecer de primavera. Fue la suave caricia del rocío  sobre el áspero tacto de la piedra, un soplo de aire fresco en el estío  que lo alcanzó en el rostro por sorpresa. Transformó su existencia por completo para crearle nuevas ilusiones, se sintió, como nunca, satisfecho, pleno de renovadas sensaciones.  Puede que fuera sólo una invención  de un soñador ansioso de quimeras, pero lo cierto es que su corazón  quedó por siempre atado a Dulcinea.  Alberto Chicharro Vilches

BURGOS AL ANOCHECER

La niebla se cernía en noche prematura,  mordiendo los pináculos a suaves dentelladas y al filo del crepúsculo sus pálidas agujas se hundían en un cielo de estrellas apagadas.  Con su siniestra imagen de espectro virtual,  la catedral de Burgos, en esa tarde oscura, envuelta entre tinieblas de gris hostilidad, abría en el paisaje sombrías conjeturas. Vagando entre la bruma pasamos varias horas, con una humedad fría calándonos los huesos, las calles por entonces estaban casi solas, tan sólo algún noctámbulo de deambular incierto. No guardo de esa noche ningún dulce recuerdo, quisiera desterrarla a la isla del olvido, allí donde se arrumban como los trastos viejos los íntimos secretos que el tiempo ha enmohecido. Alberto Chicharro Vilches

AMANECIÓ LLOVIENDO

Amaneció lloviendo en Pontevedra... Un día más de lluvia derramada sobre sus viejas rúas recoletas de nobles soportales enmarcadas. Amaneció lloviendo y los paraguas desplegaron sus lúgubres varillas como una nota negra en la mañana de turbios cielos grises de ceniza. Cada día la eterna cantinela de calles encharcadas y sombrías con sus suelos pretéritos de piedra testigos mudos de melancolía. Amaneció lloviendo en sus plazuelas una mañana de un día de tantos con lágrimas amargas de tristeza y un ligero sabor a desencanto. Alberto Chicharro Vilches